¿Qué puede haber peor que un spammer? Yo pensaba que no habría nada peor. Considero a los spammers una especie de escoria de Internet. Pero ahora creo que sí hay algo peor: los spammers sensibles.
Hace tiempo estableció contacto conmigo un programador que estaba haciendo un sistema de ecommerce. Evelué su sistema y decidí no tomarlo en cuenta para proyectos debido a que el programa era bastante malo y poco flexible.
Hasta ahí había quedado la relación, o al menos eso creía yo. Resulta que el programador abandonó su anterior proyecto y ahora tiene una «comuna de persones sensibles». Entre otras cosas, se dedica a enviar spam con unos poemas insufribles que él mismo escribe.
Por lo visto tomó la base de datos de prospectos para su malogrado programa de ecommerce y nos envía indiscriminadamente sus cursis y atribulados poemas de preparatoriano.
El mozalbete se niega a retirarme de su lista, así que en venganza he decidido componerle un soneto tan feo como los que él escribe.
Vergüenza ajena me producen
sus predecibles lamentos.
El spammer no comprende
que yo no lo entiendo, ni quiero
saber nada de su aburrida
poesía de niño consentido y teto,
que suena como la peor letra
del peor disco del peor artista grupero.
Dame fuerzas, oh demiurgo,
para no salir huyendo,
para no romperme el alma,
para no quitarme la vida,
para soportar estoicamente,
sus berridos cibernéticos.
